jueves, 16 de noviembre de 2017

     Rasgos distintivos de la sociedad medieval



  • La mentalidad medieval

 La religión católica influyó profundamente en la sociedad medieval europea. Existe numerosa evidencia que da cuenta del rol central que tuvo lo divino y lo sobrenatural en la visión del origen del universo o la representación de la Tierra. Esta concepción de la vida y el mundo  se caracterizó, entre otras cosas, por su teocentrismo, es decir, por concebir a Dios como el centro y creador de todo el universo. También por una percepción lineal del tiempo, que marcaba tanto el inicio de los tiempos como el final. Otra característica de esta época fue una visión geocéntrica del universo, con la Tierra en el centro de todos los astros.
La civilización europea fue fruto de una síntesis en la que convergieron distintas tradiciones culturales. En ella se integraron elementos políticos de los reyes germanos, la cultura judeocristiana junto al aporte intelectual de filósofos de la Antigüedad clásica.

  • La mujer medieval
Dentro de la sociedad medieval las mujeres se clasificaban en 3 diferentes posiciones: la mujer noble, la campesina y la monja. La primera de ellas era la única que podía gozar de grandes privilegios y la que, si fuese posible, podría alcanzar un mayor reconocimiento.

La mujer noble era el centro del hogar donde se encargaba no sólo del cuidado de los hijos y su educación sino que también de la organización de los empleados que trabajasen para ellos, del control de la economía y en ausencia de su marido, bastante común en la época por las guerras o las cruzadas, o por quedar viuda, era la encargada, como administradora, de tomar las decisiones en sustitución de su marido.
La mujer campesina presentaba un realidad mas dura. Dentro del hogar era la encargada de la cocina, de las ropas, de la limpieza, de la educación de los hijos, etc. Fuera de él debía ocuparse del ganado y del huerto, cuando no debía trabajar también en las tierras de cultivo. Si por el contrario la mujer residía en la ciudad, además de ocuparse de su familia y la casa, debía hacerlo del negocio familiar o ayudar a su marido en cualquiera de las actividades que éste llevase a cabo. Si ambos cobraban un salario, el de la mujer era notablemente menor, a pesar de que realizasen los mismos trabajos. 
Este hecho es especialmente lacerante cuando la mujer es soltera o viuda y deja el hogar para trabajar, normalmente en el servicio doméstico, en el hilado, como lavandera o cocinera.
En el caso de las monjas, estas eran mujeres que habían cometido pecados en su vida y querían redimirse, o bien una segundona que ha visto cómo su dote se ha ido con una hermana mayor, o simplemente una mujer que ve el convento como salida a un casi seguro matrimonio pactado. Esta mujer ha sido la que más expectación ha generado en la historiografía, derivada de las particularidades de los conventos y la relativa libertad que se vivían dentro de ellos.

              






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