jueves, 16 de noviembre de 2017



El Fin del Imperio Bizantino


La caída de Constantinopla, que tuvo lugar en el 29 de mayo de 1453. El desintegrado Imperio Bizantino había empezado su declive tiempo atrás y el avance inexorable de los otomanos, que habían conquistado a la altura del siglo XV enormes territorios en Asia y el norte de África, no encontró en ellos una gran oposición.
Sin embargo, su caída supuso un verdadero shock para el mundo cristiano, que veía cómo las puertas de Europa se habrían para los otomanos. Asimismo, la caída de Constantinopla suponía el fin de un Imperio que había durado más de mil años y al que, pese a los reclamos del Sacro Imperio Romano Germánico, se seguía considerando en buena medida como los herederos más directos del célebre y glorioso Imperio Romano.
La caída de Constantinopla influyó de diferentes y destacadas formas en la cultura occidental de la época. Así, por ejemplo, se sabe que, ante la inminente caída de la milenaria ciudad, muchos artistas e intelectuales de origen bizantino decidieron partir hacia occidente. Se establecieron especialmente en diferentes territorios de Italia, con los que Bizancio habían tenido intensas relaciones comerciales.
Resumiendo, la caída del Imperio Bizantino supuso un duro golpe para la Cristiandad Occidental. No solo desaparecía un símbolo político, ideológico, religioso y cultural que había sido referencia durante milenios, sino que significaba que el peligro otomano ya no tenía apenas ninguna barrera que le separara de Europa.
De hecho, los enfrentamientos entre diferentes ejércitos cristianos y el poder turco fueron constantes durante las siguientes décadas.


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