jueves, 16 de noviembre de 2017


Imperio Bizantino 



La historia del Imperio bizantino se extendió por cerca de mil años, desde el año 395, cuando se produce la división del Imperio romano, hasta 1453, cuando Constantinopla, capital de Imperio bizantino cayó en manos de los turcos otomanos. A la cabeza del Imperio estaba el emperador o Basileus, quien concentraba el poder político, militar y religioso; y a diferencia de los reinos germanos de Occidente, era independiente del Papa, un tipo de gobierno que se conoce como Cesaropapismo. El Imperio bizantino tuvo varias etapas de expansión y retroceso. Su período de mayor esplendor fue bajo el emperador Justiniano I (527-565) y su esposa la emperatriz Teodora Durante los 38 años de su gobierno Justiniano buscó reunificar la totalidad del Imperio romano, llegando a conquistar casi toda la cuenca del mar Mediterráneo, pero también recuperó antiguas tradiciones imperiales. 
La especial ubicación del Imperio bizantino como puente geográfico entre Europa y el extremo Oriente lo convirtió en una zona de intenso intercambio cultural y comercial entre el mundo árabe y la cultura europea. Durante los períodos en que el poder centralizado del Imperio fue más fuerte (como el reinado de Justiniano), el comercio produjo enormes ganancias que se vieron expresadas en una producción artística y arquitectónica exuberante y lujosa. Las temáticas del arte bizantino y su arquitectura fueron principalmente de carácter religioso y político. La catedral de Santa Sofía  es considerada la mejor representación de esta cultura. Destaca por su gran cúpula central y sus elaborados mosaicos  que, al igual que muchos otros, fueron hechos con piedras de colores, vidrio y oro.

  • La relación del Imperio bizantino con Europa occidental
El jefe de la Iglesia bizantina recibió el nombre de patriarca  y su residencia estuvo en la antigua ciudad de Constantinopla. En un principio, y como lo dejó estipulado el emperador Constantino durante el primer concilio ecuménico (llevado a cabo en Nicea en el año 325), el patriarca estaba subordinado al Papa en Roma. Sin embargo, a lo largo de los siglos y mediante una serie de nuevos concilios ecuménicos, la Iglesia cristiana de Oriente y su patriarca fueron progresivamente ganando independencia, hasta llegar a enfrentarse abiertamente con Roma. La ruptura definitiva se produjo en el año 1054, cuando el papa en Roma y el patriarca de Constantinopla se excomulgan mutuamente. A este evento se le conoce como el cisma cristiano, que separó de manera oficial a la Iglesia católica romana, de la Iglesia ortodoxa.








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